miércoles, 4 de abril de 2012

Una cena para recordar...hoy y siempre!

Este relato lo escribí hace 2 años, está en un idioma bien simple pero tiene muchos detallitos interesantes que saqué de la Biblia y de investigar un poquito.
Que lo puedan leer en casa HOY junto a sus niños y sirva para recordar esa noche tan especial en la vida de Jesús, y también para hacerle un lugar en nuestra mesa HOY Y SIEMPRE!


Una cena para recordar por siempre

Este día era el comienzo de una fiesta que duraba siete días. La llamaban la fiesta de los panes sin levadura, en la que se recordaban los momentos previos del pueblo de Israel antes de su huída de Egipto. Era una celebración sagrada en la que se comía el cordero de la pascua con los más íntimos.
Entonces vinieron los discípulos a preguntarle a Jesús dónde le gustaría comer la cena de la pascua. Y Jesús les encargó a Pedro y a Juan que fueran hasta la ciudad y que cuando vieran a un padre de familia con un jarro de agua, lo siguieran hasta su casa. Al llegar debían preguntarle a este hombre dónde le parecía que debían comer la pascua Jesús y sus discípulos. Entonces, el padre de familia los conduciría hacia adentro de su casa. Una vez allí, les mostraría una de las habitaciones más grandes, la de la planta alta. Allí debían preparar la cena.
Pedro y Juan fueron e hicieron todo lo que Jesús les había ordenado, y encontrando al padre de familia con el jarro le hicieron la pregunta y lo siguieron hasta su casa. El salón ofrecido era uno de grandes dimensiones, con una hermosa alfombra en el suelo y una mesa en el centro. Allí prepararon lo necesario para la cena, unos tazones con agua para enjuagarse los dedos, pues no había cubiertos y comían con las manos, y unas lámparas de aceite que alumbraran la noche oscura.
Mientras los dos discípulos terminaban de preparar la mesa, llegó Jesús con los otros diez. Se acercaron a la mesa, que por cierto era larga, de madera suave, aunque de aspecto vieja. No era alta, más bien bajita y no había sillas. Solo almohadones. Sobre ella había pan sin levadura, cordero, vino y verduras amargas, lo típico de la cena de pascua. Un cuchillo para cortar el pan y copas para beber.
Jesús se sentó a la mesa y de a poco cada discípulo fue tomando su lugar. Aunque todos querían estar lo más cerca posible de él, no pelearon por los lugares. De pronto se hizo un silencio. Todos miraron a Jesús esperando que dijera una oración para empezar a comer, pero en cambio Jesús dijo suspirando:
-‘Con cuántas ansias esperé este momento! Cuántas ganas tenía de estar con ustedes solos, y comer el cordero de la Pascua antes de que empiecen los sufrimientos. Esta será mi última comida aquí hasta el día en que nos volvamos a reunir en casa de mi Padre en el reino de Dios.’ Dijo esto, pués Jesús amaba mucho a este grupo, y los amó hasta el final.
Y comenzaron a cenar juntos. De repente estando Jesús muy seguro de que Dios era su Padre y le había entregado todo el poder, se levantó de la mesa, se quitó su manto, se puso cómodo y se ató una toalla a la cintura.
Luego echó agua en una palangana y se acercó al primer discípulo y empezó a enjuagarle los pies, dándole un suave masaje, y al terminar se los secó con la toalla. Así hizo uno por uno.
La escena era extraña porque a pesar de que este acto era común en aquellos días, pués caminaban en sandalias y a aveces descalzos, ésta rutina era hecha por los sirvientes de la familia. Quién iba a pensar que Jesús tomara semejante iniciativa? Los discípulos se miraban entre ellos con caras de asombro y además verguenza, pero nadie atinó a decir nada.
Cuando llegó el turno de Pedro, éste sí se animó a abrir su boca, y además lo hizo para recomendarle a Jesús que no hiciera tal cosa, porque no le correspondía. Pero Jesús, lleno de amor le explicó que esto que estaba haciendo iba a ser entendido por ellos mas adelante, que no se preocupara.
Pero Pedro, que amaba tan intensamente a Jesús y que se sentía aún más fuerte que él, le insistía que no quería dejarse lavar los pies por él. Entonces Jesús, al ver la terquedad de Pedro, le dijo que si no lo dejaba que le lavara los pies, entonces no lo dejaría seguir siendo discípulo.
Pedró se quedó pasmado, pensó unos instantes y luego dijo:
-’Señor, entonces no me laves solo los pies, sinó las manos y la cabeza también!’
Jesús miró a Pedro con una sonrisa, y luego dirigió su mirada al resto diciendo:
-’El que está recién bañado, necesita solo limpiarse los pies, y ustedes no necesitan volverse a bañar, pues están todos limpios, aunque no todos’. Jesús dijo esto a causa de que ya sabía que había un discípulo que lo iba a traicionar esa misma noche.
Cuando terminó de lavarle los pies a Pedro, y al resto, se volvió a poner su manto y regresó a sentarse a la mesa. Desde allí les preguntó si habían entendido lo que acababan de ver.
Entonces les explicó que a pesar de ser él, su señor y maestro, como lo llamaban los discípulos, a Jesús no le importaban estos títulos, y les lavó los pies a cada uno, como lo haría un siervo con total humildad y amor’. El les estaba dejando un ejemplo de cómo deben cuidarse, tratarse y servirse entre ellos. También les dijo que ningún esclavo es más importante que su amo, y ningún mensajero más importante que quién lo envió y que si entendían estas cosas, y las ponían en práctica, Dios los bendeciría grandemente.
Mientras continuaban comiendo, también les advirtió que el momento de morir estaba cerca y que uno de ellos lo iba a entregar ante las autoridades. Los discípulos se entristecieron y no podían creer lo que sus oídos escuchaban. Quién de ellos haría semejante cosa? Y enseguida comenzaron a desconfiar unos de los otros hasta que Jesús dijo que no importaba quien sería el traidor, ya que él mismo y de su propia voluntad estaba entregando su vida.
Y cuando hubo expresado estas palabras, tomó la copa, dio gracias por ella a Dios, y dijo:
-‘Tomen, repartan entre ustedes, porque yo no beberé más de ella hasta que esté en el reino de Dios.’
Luego tomó el pan entero, dio gracias y lo partió en dos pedazos y se los dio diciendo:
-‘Este es mi cuerpo, que así será entregado para ustedes y por ustedes, hagan esto para recordarme siempre’
De la misma manera, cuando terminó de cenar tomó la copa y les explicó que era el símbolo de su sangre derramada por ellos, para limpieza de pecados y les pidió que la compartieran pensando en esto.
Todos estaban en silencio sintiendo un poco de nostalgia, pero no terminaban de entender por qué. Solo percibían que serían los últimos momentos junto a Jesús y eso los ponía muy tristes.

1 comentario:

  1. ES UNA BENDICION VISITAR SU BLOG, aprovecho y comparto mi testimonio de sanidad para la gloria de Dios en mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
    Reciban muchisimas bendiciones.

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